18.10.08

Tinta seca




Desde el sillón... admito que me puse a navegar en la red y me topé con algo que me hizo recordar que yo algunos muchos días atrás escribí algo y, como siempre, lo dejé por ahí, perdido.


La red tiene una ventaja que mi cuarto no tiene: prácticamente las bases de datos se ordenan solas. (yo sé que no es por arte de magia, entiendo que hay programadores, ingenieros, técnicos y demás especímenes profesionales que se encargan de que tengamos la vida en internet así de fácil) Lo que quiero decir es que en la red tecleas lo que buscas y a cinco clicks de distancia, a más tardar, lo encuentras... en mi cuarto de trebejos/estudio, puede ser que esos trozos de garabatos se hayan perdido para siempre, arrugados por el momento post script o en el estómago de la juguetona hija schauzerina.

Hay veces, inclusive, en que ni siquiera yo puedo descifrar mis letras, movidas entonces por la desesperación, la desesperanza o la desazón (a las dos de la madrugada me regocijo en la cacofonía).
Bien, he aquí lo que rescaté. Transcribo sin modificación, no es este un ejercicio de taller, más bien una retrospectiva de aquellos mis años pasados.



No fui nada.

Apenas un nombre que hoy no pronuncias.

No fui nada.

Si acaso, una idea que cambió ante la borrasca.

No fui nada.

Cuando mucho, tres tequilas o su equivalente.

No fui nada.

A lo mas, una pesadilla que ahuyentaste.

No fui nada.

Ni siquiera un problema, porque a esos se les piensa.

No fui nada.

Nada al menos que valiera la pena el esfuerzo...

No fui nada.


(Habremos de cambiar de universo)


*Lo escribí antes del amanecer. Recuerdo que estaba completamente embotada de dolor. Días atrás me había enterado que me habían olvidado en escasas semanas...
(meses después entendí que precisamente no me habían olvidado nunca...)

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De repente cuento los días -trabajo en un periodico, recordarás-. Y de repente parecen tan eternos como parecía que sería lo nuestro... Y de repente son tan dolorosos como tu ausencia, como jamás pensé que superarían mis dolores pasados... Y de repente, sólo de repente, puedo rodar y sentir el aire, y creo que puedo tocar el cielo con sólo estirar la mano... Pero no puedo rodar siempre y vuelvo a la casa vacía, a escuchar por toda plática el ruido del ventilador en la oscuridad. Y de repente quisiera no tener que dormir, para no tener que soñar... Pero te sueño y muero. Y de repente me acuerdo y entonces sé bien, que uno de estos largos, inmensos días, así, de repente, no quedará rastro de ti.

*Lo escribí para la misma mujer... la esperanza muere al último, y a veces, resucita.

**Rodar significa, en este caso, viajar en la motocicleta.
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Volví a fumar

Volví a soñar contigo...

Creo que dejar de fumar otra vez es mas fácil.

*He de explicar que efectivamente dejé de fumar. Luego ella volvió. Pero ya no he vuelto a fumar.

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Dejaste tantas cosas...

No te llevaste la primera noche

no recogiste el sudor o la risa

tampoco las lagrimas ni las horas pasadas

- menos las pendientes - ...

y te atreves a decir "no tiene que ser triste"

*Ella me dijo -justo- que la despedida no tenía que ser triste. Nomás no le maté porque no podía usar las manos que una vez la amaron tanto para ahorcarla... pero me le quedé viendo desde el fondo de mi infierno.



¿Y qué si no quiero levantarme?

A mis hijas no parece preocuparles el suelo...

*Mis hijas, para efectos de resultar comprensible, son dos serpientes. Una boa arborícora y una serpiente del maíz. Escribí lo anterior porque estaba harta de escuchar a todos los cercanos decir que todo iba a mejorar.
Al revisar estos escritos, me di cuenta de cuánto y cuánto ha pasado el tiempo.

13.10.08

"Why does love got to be so sad?"


Desde el sillón... celebro que el collarín se fue al diablo -bueno, no creo que el diablo viva allá arriba de mi clóset, por más que Tata diga que ahi viven los gnomos desordena cosas- pero el caso es que ya mi cuello se mueve libre y soberano, hasta donde las leyes de la física y esquelética le permiten.

Y festejo tan (ir)relevante y cómodo suceso volviendo al playlist. Saltaron los poderosos acordes de Derek and the Dominoes "Why does love got to be so sad?"

Todos nos hemos preguntado lo mismo alguna vez -"¿Por qué el amor tiene qué ser tan triste?"-pero sólo ellos (Derek and the Dominos: Eric Clapton, Bobby Whitlock, Carl Radle y Jim Gordon) han acompañado la pregunta de esos acordes- ¡Qué música, Dios mío, qué música!

He de confesar que, a pesar del bueno gusto musical de mi padre, quien me arrullaba con Gardel y me paseaba en el auto cantando a Los Beatles, yo caí en las redes de MTV mucho tiempo. Y con esto no digo que MTV sea malo, pero, vaya, sí que es comercial. Así que hubo un tiempo en que creí que Eric Claptón era un tipo que hacía baladas románticas estilo "Tears in Heaven" y que "Layla" era la baladita acústica del Unplugged. Me niego a agarrar las cuerdas de una Fender y latigar mi espalda para expiar mi pecado, prefiero, como penitencia, escuchar una y otra vez el material del Slowhand hasta que considere que merezco el perdón de los melómanos.

Y es que tuve que encontrarme con un tipo -tipazo- que es una enciclopedia de la música en dos pies (bueno, y además es un gran amigo, excelente editor y escritor, creativo músico, lector incansable, ex fumador, guapo mozo, y una sarta de cualidades que me pintan una sonrisa en la cara). Este tipazo me ha hecho mucho bien en la vida, y además, me ha compartido una cantidad bárbara de buena música. Con la paciencia del mundo -y sin burlarse en lo más mínimo- me explicó que Eric Claptón es El Señor Eric Clapton -reconocidísimo guitarrista de rock y blues-, me habló de su trayectoria (seis grupos, en los que sobresalen Cream y Derek and the Dominos) y por supuesto, casi encendió incienso cuando me hizo escuchar por primera vez la versión original de "Layla" (que estará sin duda en otro escrito, porque también está en el Playslist).

Con todo, no me considero una experta claptoniana, pero tengo el oído puesto y aunque nuestro cerebro está programado para relacionar la consabida ecuación canciones de amor tristes = baladitas lentas, Derek and the Dominos nos demuestra claramente que el dolor también puede ser melódicamente desgarrador.

Sin duda alguna, "Why does love got to be so sad?" es una de las canciones que se deben escuchar regularmente cuando se tiene el corazón sano y forzosamente cuando se está hecho pedazos.

7.10.08

El año que viene toca...


Desde el sillón... he de contarles que tengo puesto un collarín, un horroroso collarín blando.
Sé que aquellas personas que se han visto obligadas a usar la versión rígida de este artículo ortopédico, dirán que estoy en la gloria, sin embargo, por muy blando que sea, no deja de ser incómodo: me da comezón, me estorba para todo, y claro, cumple cabalmente su función de mantenerme inmóvil el cuello, pero eso me quita lo cabal a mí y me convierte en una paciente muy impaciente.
Y, como imaginarán, traigo este horroroso artículo ortopédico no porque haya hecho una manda, sino porque tuve un percance vial, que, gracias a Dios, no pasó a mayores.
El asunto es que ese ligero accidente me tiene lejos de muchas cosas que me gustan, entre ellas, de este blog. (y bueno, de Tata, quien cada vez que me le acerco románticamente me estrella un "Shu. Shu. Te vas a lastimar el cuello. Reposo. El doctor dijo extremo reposo". Y corona la acción deslizándose lejos, lo cual acentúa mi mal humor, claro, y aunque mi mente lo entiende, pues la comprensión no me cuenta chistes ni me da besitos.

(El accidente fue realmente ligero: yo iba de copiloto y se nos atravesó un camellón triangular no identificado sin señalización en una zona realmente oscura y desconocida para nosotros, cortesía de las intempestivas y mal planteadas indicaciones de mi suegra. El resultado fue una llanta ponchada y mi cuello con un esguince. El cinturón de seguridad me salvó de un golpe en la cabeza pero me regaló una contractura muscular en el hombro derecho. Gracias a Dios no pasó a mayores.)
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El asunto es que estoy convertida en poco menos que una inútil, y además, una inútil que refunfuña. Mis schnauzerinos hijos son mi consuelo, si bien de repente también se hartan del encierro. He pensado en escribir, pero no mucho ni muy lúcidamente porque las medicinas me tienen medio día dormida y las otras doce horas, atontada.

Pero conversando con una amiga, a quien quise mucho el poco tiempo que me duró el gusto, me quedé pensando en las borracheras. Y ya que me he puesto a recordar, caí en la cuenta que, sin premeditación, sin alevosía y sin ventaja, me he puesto una borrachera de Señor y Padre mío cada cinco años.

He de confesar que soy pésima bebedora y peor borracha. Y es que nunca me ha gustado mucho la bebida, lo cual agradezco a Dios porque si me gustara tanto, sería una alcohólica sin remedio. Suelo disfrutar sin rienda mis gustos, así que celebro que éstos no dañen mi salud, tengo otros vicios y muchos defectos para compensar. El caso es que nunca he desarrollado lo que llamamos "callo" por la bebida, prefiero ser la que atiende el bar y mezcla los tragos.
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Quedamos en que recordaba mis borracheras, y, para variar, sonreí...
A mis 20 años...
estaba en el equipo de tochito de la Facultad.
Siempre íbamos a llorar nuestras acostumbradas derrotas al bar de un amigo. Pero en esa ocasión, ganamos. Aunque el esfuerzo fue de todas, el pase de touchdown lo atrapé yo. Estaba por demás eufórica, de hecho, todas lo estábamos. Bebí un litro de Titanic. ¿Saben qué es un Titanic? Es un vaso de un litro que contiene 18 licores diferentes. Era normal que con semejante mezcla terminara como terminé: casi inconsciente y más incongruente que nada.

Me acuerdo entonces que ella -si, ella- se me acercó. Yo la había visto en una ocasión antes. Me llamó la atención su voz, por eso la recordé. Su voz y sus ojos. Tristes. Ella me empezó a cuidar. Recuerdo que, en medio de mi inconsciencia, fui torpe y pequé de imprudente. "¿Eres lesbiana?", le espeté, casi le escupí en la cara. En mis cinco sentidos jamás hubiera preguntado algo así. Y lo pregunté porque sabía que estaba a punto de no valerme por mi misma y ella lo supo. Por eso río por lo bajo y dijo, a su vez, "¿por qué me preguntas eso?" Y tras reír, dijo "No te va a pasar nada. Ven. Vamos a que le hables a tus papás".
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Se van a reír. Ríanse si quieren. Yo me sorprendo todavía, pero aunque quizá para todos era claro como el agua, a mi no se me había ocurrido que yo pudiese ser lesbiana.
No era algo que rechazara o que me diera repulsión, simplemente era algo que nunca se me había ocurrido. Había salido con chicos y bueno, no sé... por más que le doy vueltas todo se reduce a eso: estar con una chica nunca se me había ocurrido como una opción. Ni siquiera había tenido necesidad de negármelo. Por extraño que parezca.
Tenía amigos homosexuales y los respetaba y queria. Repito, nunca se me ocurrió que yo pudiera ser parte de la comunidad. No sé por qué. Hecha esta aclaración, regreso con mi historia al bar donde estaba casi inconsciente.
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Ella casi me cargó a una cabina telefónica -ubíquemonos: cuando yo estudié la facultad, no existián los móviles o celulares- y me reporté con mis padres -como pude- para avisarles que no iba a poder llegar a dormir, que me iba a quedar a estudiar en casa de una amiga. De hecho, esa noche me quedé en el depa del coach. Ella se quedó conmigo, me llevó hasta ahí, me acostó y simplemente me dejó dormir. No hizo más.
Pero eso fue el principio de todo.
Semanas después me la encontré en la facultad y yo le agradecí el gesto -de no haber sido por ella, no sé dónde hubiera terminado o qué hubiera sido de mi- así que la invité a comer. Platicamos. Y después de ahí, nos seguimos viendo, y más, y más...
Me confesó un día que a ella le dolía una mujer.
Yo lo tomé con naturalidad. Una amiga me advirtió que tuviera cuidado. Yo le dije que no tenía nada que temer. Y no temí. Ni siquiera cuando una noche, por primera vez, y sin haberlo pensado antes -¡todavía no me explico por qué no lo pensé antes!- sus manos lentamente recorrieron mi cuello y más...
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Eso pasó a raíz de mi borrachera de los 20 años.
Luego les cuento la de los 25, je je.

1.10.08

Una de mis pasiones


Desde el sillón... he de confesar que tengo esta idea en la cabeza desde el pasado viernes pero no había encontrado la manera de exponerla. Y es que si bien el asunto parece simple a primera instancia, se lleva "de cola" a otro que no lo es tanto. De nuevo, trataré de explicarme, y además, prometo empeñarme en hacerlo en breves párrafos.

Una de mis pasiones es el futbol americano. Sí, ese juego que pasan por lo general los domingos, donde tipos enormes y no precisamente delgados -al menos, no la mayoría- se la pasan golpeándose unos a otros peleando por un balón que no es redondo y de vez en cuando lo patean en medio de dos palitos. Ese juego es considerado por muchos un deporte, y no sólo eso. El ajedrez de los deportes. Para personas como yo, el mejor de los deportes.

Lo que me detenía el explicarles esto es que, si bien me vale madres -y lamento, de verdad el verme obligada a usar mi lenguaje cotidiano, pero quiero enfatizar el punto- decía, me vale madres el ser catalogada como ruda o femme, puesto que no soy ni chana ni juana, más bien me llamo Liliana y aunque me visto de traje sastre sólo para dar clases y el masoquismo lo guardo sólo para la cama -y eso light y muy a veces- asi que eso de "la belleza duele" no va conmigo y los tacones de stiletto los dejo para los vestidos de etiqueta, más bien prefiero ir con "lo de la moda lo que te acomoda", tampoco me voy al extremo. Si me imaginan enfundada en hombreras y casco, se alejan de la realidad.
Ciertamente, las mujeres nos quejamos del machismo, y sin embargo, somos las mujeres quienes fomentamos e incluso perpetuamos ese estigma. ("si Fulana ascendió, seguro se acuesta con alguien; si Mengana llegó de malas, es una malcogida; Zutana no te conviene, esuna cualquiera...")

Y en el ámbito homosexual sucede algo similar. No paramos de etiquetar. Hay muchísimas definiciones, que si butch, fuertes u obvias, por no decir el peyorativo machorras -palabra que detesto- o que si femeninas -como si tuviéramos que traer un termómetro que midiera cuán rosa vistes hoy y te marcara entonces cuán femenina eres- y tonterías así. Tengo una pareja de amigas que, por todos los medios, tratan de "ocultar" que son lesbianas. "A mí no se me nota, ¿verdad?" preguntan cada vez que salimos, con el trauma en la voz. Como si el hecho de que se notara fuera malo y el que no se notara fuera bueno.

¡Qué barrabasada! Tan malo es quererle pegar a la Juana Escutia y enroscarse en la bandera gay para salir a la calle, como tratar de taparle el ojo al macho o a la macha, según. En ambos casos, se manifiesta la inseguridad galopante de la persona en cuestión: el llamar desmedidamente la atención, por una parte y por otra, la pretensión inútil de ocultar algo que está a ojos vistas: el amor, el dinero y la cruz de la parroquia no se pueden ocultar. No se puede engañar a todos todo el tiempo. Ni siquiera a uno mismo.

A mi se me nota lo que se me tiene que notar. No lo exagero ni lo evito.

Entonces, me gusta el futbol americano. Me gusta mucho. Y eso significa que me gusta el futbol americano. Como también me gusta cocinar. Y pintar las paredes de la casa. Y ver como Tata arma muebles. Y sacar a pasear a los perros. Y manejar motocicleta. Y escribir. Y tomar fotografías. Y leer. Y hacer galletas.

Vaya, no escribí lo anterior para decir "me gusta el americano pero no vayan a creer que soy estoy o lo otro". Me gusta el americano y por mi crean lo que quieran. Sirva este escrito para reflexionar sobre nuestro afán de etiquetar.

Una vez una jovencita me contacto por correo electrónico en un foro -yo había respondido algunas preguntas y le llamaron la atención mis respuestas- y su tercer mensaje se refería precisamente a si yo era "ruda o femenina, porque -y cito textual- "yo amigas rudas no tengo. La neta, las obvias no me laten ni para una amistad" (SIC). Aunque no me cayó el saco -muchos y muchas podrán decir que sí, cada quien tendrá su opinión, hagan sus apuestas y cuando nos tomemos un café me avisan- su mensaje me resultó indignante porque es discriminación. La misma que tanto luchamos por erradicar. No podemos exigir lo que nosotros negamos.
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Obviamente no me empeñé lo suficiente, este escrito es todo menos breve, asi que ya que me excedí, debo explicarme que el viernes que esto me estaba dando vueltas en la cabeza fue porque estuve en el estadio Gaspar Mass viendo perder a los Auténticos Tigres contra Borregos Tec. Una vez más perdieron el clásico. Aunque muchos ya apoyan a los lanudos porque su triunfo es seguro, yo todavía sigo teniendo la dignidad universitaria, que no me da triunfos pero me permite levantar la cara. Luego disertaré sobre el tema...amenazo.
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Retomando el futbol americano...El domingo fue un día triste para Tata, porque vio perder a su equipo. El mío también perdió pero en mi estadio ya es una triste costumbre. El lunes nos estresamos todas -todas incluye a mi Tata, a una excelente amiga, Yvette y a su servidora- con el partido del MNF Baltimore Ravens vs. Pittsburgh Steelers. El partido se fue a tiempo extra, estuvo buenísimo y estresante. Mi amiga Y tiene pocos pero muy firmes amores en su vida. Los amarillentos y negros Steelers llenan gran parte de su corazón. En su honor corono este post. Es Franco Harris, del baúl de los recuerdos.

Gracias por la paciencia ante tan largo escrito, au revoir.

 
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